sábado, 18 de enero de 2014

Cordófonos de fondo abombado en Colombia

Cordófonos de fondo abombado en Colombia


Recientemente, el hallazgo de la compilación “Le tour du monde” para Colombia, me supuso un re-descubrimiento de los grabados y dibujos que ya había conocido previamente, en otras obras, así como en algunos espacios de socialización.

En uno de los viajes que efectuara Eduard André al Estado del Cauca, el expedicionario se percata que dentro de la sociedad payanesa existían unas mujeres con unos roles caracterizados, conocidas en ese ámbito como Ñapangas, y en una de las ilustraciones en la que se hace cargo de ellas, evidencia el uso de instrumentos musicales. En la escena,  una de ellas, sentada toca una especie de  guitarrita pequeña, fuera un cuatro pequeño o un charango muy grande. Mas lo que motiva a remitirme a ésta escena, es que en el mismo grabado, aparece una especie de pequeño laúd, con un tamaño más o menos cercano a la actual bandola andina colombiana, reposando en el suelo junto a la dicha tañedora. Es de particular importancia el detalle que el artista ha depositado en el grabado, de modo que se pueden apreciar el número de cuerdas, por el número de clavijas, siendo estas ocho.
En otro capítulo del viaje, el mismo viajero, al adentrarse en la población de El Bordo, puede apreciar el uso de unos instrumentos similares por parte de los habitantes, quienes serían campesinos o comerciantes de dicha población. En ésta ocasión, nos refiere los términos Bandola y tiple, y aún aparece el término vihuela segunda usado por los pobladores; instrumentos que el francés equipara por su rol, con el violín y con las violas en las orquestas europeas.
Estos últimos, tienen una silueta en su caja de resonancia más cercana a una gota, mientras que el usado por la Ñapanga tiene una caja completamente redonda, como en las primeras bandolas que aparecen en las fotografías de la Lira Colombiana, incluso en manos del Maestro Pedro Morales Pino.

Cambiando de escenario, de tiempo y de fuente, existe una fotografía relativamente reciente de un instrumento denominado bandolín, usado en los llanos orientales, para tocar música de joropo. Es un instrumento con un diapasón mucho más largo que el de las bandolas, y pareciera tener la misma longitud que tiene el diapasón de un tiple o un requinto. Sin embargo, es muy evidente el fondo abombado, con lo que no recuerda a un instrumento español antiguo o contemporáneo, sino más bien, a un buzuki griego. En la fotografía se  puede apreciar el uso de plectro, que en el caso colombiano, es invariable para le interpretación de instrumentos cuyo nombre está relacionado con la palabra bandola. A cambio de ello, los grabados del siglo XIX no demuestran el uso de ese accesorio, porque, en el primer caso del grabado de la ñapanga, el instrumento no está siendo ejecutado, y porque en los grabados de El Bordo, se puede apreciar que la mano derecha del ejecutante tiene los dedos desenvueltos, como del que arpegia una guitarra.

La pervivencia en el uso de estos instrumentos de fondo abombado, parece muy frágil pues las únicas muestras de ello hasta el siglo XX (que han sido de la mano del bandolín llanero) pertenecen a músicos que ya fallecieron: Otro caso del uso de ese bandolín de fondo abombado, se registra en la colección “Música tradicional y popular colombiana” editada por Procultura, caso en el que aparece el maestro Pedro Flórez, interpretándolo. En la imagen se nota que tiene su caja de resonancia constituida por una gigante totuma. Afortunadamente a ésta fotografía la acompaña la grabación en audio del instrumento, con la interpretación de un inusual golpe denominado seis media docena.

Sería muy complicado hallar a un luthier que actualmente se le mida a la tarea de hacer una reconstrucción funcional de los instrumentos con éstas características morfológicas. Aparte de especular sobre las afinaciones y el material de las cuerdas, no es fácil hallar las medidas ni las reseñas que permitan dilucidar el método para ensamblar la caja de resonancia, en caso de que éstas existieran para nuestros casos concretos: ¿Duelas ensambladas como en los laúdes y mandolinas? ¿Caja vaciada como en el charango boliviano? ¿Los instrumentos caucanos del siglo XIX eran de totumo también?

Con los avances técnicos que ha tenido la luthiería, y con las búsquedas estéticas de los intperpretes destacados en la escena de las músicas colombianas, creo que para la mayoría de músicos la importancia de la reconstrucción de un instrumento de dichas características, no sobrepasaría el papel de la representación histórica, que en nuestro país no parece tener muchos adeptos, en el caso de los géneros populares tradicionales. Entonces, creo yo, que en lo inmediato de éste escrito, la importancia de tener en el tintero la presencia de éstos instrumentos, es evidenciar una influencia cultural histórica cifrada en tierras más orientales que los llanos de Arauca, de donde proviniera el antiguo Al ‘ oud, o sino, el remoto Pandur.



viernes, 17 de enero de 2014


CABALLITO DEL MAIZAL

Con éste nombre quiero denominar al espacio para el desempeño de mis actividades como músico. No me resulta fácil auto-denominarme músico intérprete, investigador o difusor, por circunstancias del orden de lo emocional ante todo. Bien podría hacerlo, pero prefiero dejar constancia de mis actividades.
En primer orden, compartiré fotografías de la colección de instrumentos musicales “Caballito del maizal” en la que recopilo ejemplares funcionales de elementos sonoros utilizados por las culturas populares de Colombia, y en algunos casos, de otros países.
Junto a dichas fotografías, adjuntaré escritos en los que evidencio datos puntuales de dichos instrumentos a modo de ficha técnica; del mismo modo, información como anecdotario, simbología, usos relacionados, en busca de trasmitir el abordaje simbólico con el que veo tales objetos, dentro de las posibilidades que brinda la cultura que los utiliza.