Cordófonos de fondo abombado en Colombia
Recientemente, el hallazgo de la compilación “Le tour du
monde” para Colombia, me supuso un re-descubrimiento de los grabados y
dibujos que ya había conocido previamente, en otras obras, así como en algunos
espacios de socialización.
En uno de los viajes que efectuara Eduard André al Estado
del Cauca, el expedicionario se percata que dentro de la sociedad payanesa
existían unas mujeres con unos roles caracterizados, conocidas en ese ámbito
como Ñapangas, y en una de las ilustraciones en la que se hace cargo de ellas, evidencia
el uso de instrumentos musicales. En la escena, una de ellas, sentada toca una especie de guitarrita pequeña, fuera un cuatro pequeño o
un charango muy grande. Mas lo que motiva a remitirme a ésta escena, es que
en el mismo grabado, aparece una especie de pequeño laúd, con un tamaño más o
menos cercano a la actual bandola andina colombiana, reposando en el suelo
junto a la dicha tañedora. Es de particular importancia el detalle que el
artista ha depositado en el grabado, de modo que se pueden apreciar el número
de cuerdas, por el número de clavijas, siendo estas ocho.
En otro capítulo del viaje, el mismo viajero, al adentrarse en la población de El Bordo, puede apreciar el uso de unos instrumentos similares
por parte de los habitantes, quienes serían campesinos o comerciantes de dicha población.
En ésta ocasión, nos refiere los términos Bandola
y tiple, y aún aparece el término
vihuela segunda usado por los
pobladores; instrumentos que el francés equipara por su rol, con el violín y con
las violas en las orquestas europeas.
Estos últimos, tienen una silueta en su caja de resonancia más
cercana a una gota, mientras que el usado por la Ñapanga tiene una caja completamente redonda,
como en las primeras bandolas que aparecen en las fotografías de la Lira
Colombiana, incluso en manos del Maestro Pedro Morales Pino.
Cambiando de escenario, de tiempo y de fuente, existe una
fotografía relativamente reciente de un instrumento denominado bandolín, usado
en los llanos orientales, para tocar música de joropo. Es un instrumento con un
diapasón mucho más largo que el de las bandolas, y pareciera tener la misma
longitud que tiene el diapasón de un tiple o un requinto. Sin embargo, es muy
evidente el fondo abombado, con lo que no recuerda a un instrumento español
antiguo o contemporáneo, sino más bien, a un buzuki griego. En la fotografía
se puede apreciar el uso de plectro, que
en el caso colombiano, es invariable para le interpretación de instrumentos
cuyo nombre está relacionado con la palabra bandola. A cambio de ello, los
grabados del siglo XIX no demuestran el uso de ese accesorio, porque, en el primer
caso del grabado de la ñapanga, el instrumento no está siendo ejecutado, y porque en los grabados de El Bordo, se puede
apreciar que la mano derecha del ejecutante tiene los dedos desenvueltos, como
del que arpegia una guitarra.
La pervivencia en el uso de estos instrumentos de fondo
abombado, parece muy frágil pues las únicas muestras de ello hasta el siglo XX (que han sido de la mano del bandolín
llanero) pertenecen a músicos que ya fallecieron: Otro caso del uso de ese
bandolín de fondo abombado, se registra en la colección “Música tradicional y
popular colombiana” editada por Procultura, caso en el que aparece el maestro Pedro
Flórez, interpretándolo. En la imagen se nota que tiene
su caja de resonancia constituida por una gigante totuma. Afortunadamente a ésta
fotografía la acompaña la grabación en audio del instrumento, con la
interpretación de un inusual golpe denominado seis media docena.
Sería muy complicado hallar a un luthier que
actualmente se le mida a la tarea de hacer una reconstrucción funcional de los
instrumentos con éstas características morfológicas. Aparte de especular sobre
las afinaciones y el material de las cuerdas, no es fácil hallar las medidas ni las reseñas que
permitan dilucidar el método para ensamblar la caja de resonancia, en caso de que éstas existieran para nuestros casos concretos: ¿Duelas
ensambladas como en los laúdes y mandolinas? ¿Caja vaciada como en el charango
boliviano? ¿Los instrumentos caucanos del siglo XIX eran de totumo también?
Con los avances técnicos que ha tenido la luthiería, y con las búsquedas estéticas de los intperpretes destacados en la escena de las músicas colombianas, creo
que para la mayoría de músicos la importancia de la reconstrucción de un
instrumento de dichas características, no sobrepasaría el papel de la representación
histórica, que en nuestro país no parece tener muchos adeptos, en el caso de los géneros
populares tradicionales. Entonces, creo yo, que en lo inmediato de éste escrito, la importancia de tener en el
tintero la presencia de éstos instrumentos, es evidenciar una influencia
cultural histórica cifrada en tierras más orientales que los llanos de Arauca,
de donde proviniera el antiguo Al ‘ oud, o sino, el remoto Pandur.